La transformación del vidente en el Apocalipsis de Pablo


El Apocalipsis de Pablo es un texto de difícil clasificación gnóstica, que dataría probablemente del siglo II, y que expande la famosa visión paulina de 2Cor 12. En este texto se narra cómo de camino a Jerusalén, Pablo se encuentra con el Espíritu Santo que se presenta como un niño conocedor de quién es el apóstol y que le provee de una visión de los apóstoles quienes le acompañaran durante un viaje celestial; y de una visión panorámica del mundo y sus habitantes: ¿Qué camino tomaré para subir a Jerusalén? El niño contestó diciendo: Di tu nombre, a fin de que te muestre el camino. Sabía quién era Pablo…Sé quién eres, Pablo, que tú eres el que fue bendecido desde el vientre de su madre. Ahora bien, yo he venido a ti a fin de que subas a Jerusalén hacia tus colegas apóstoles….Alerta tu mente, Pablo, y percátate de que la montaña sobre la que estás es la montaña de Jericó, a fin de que conozcas las cosas ocultas que yacen bajo las cosas manifiestas. Sí, irás a los doce apóstoles, pues son espíritus elegidos, y te recibirán con un saludo (18,5-19,19).

En la medida que asciende descubre que el cosmos se ordena en 10 esferas celestiales habitadas por ángeles y seres celestiales (un ser que cuida la entrada del cuarto cielo; testigos de los actos de los hombres; un gran ángel que castiga en el quinto cielo, etc.). En el cuarto cielo los ángeles llevan un alma desde el país de los muertos (que bien puede referirse al mundo) a las que castigan por sus actos en la tierra después de haber presentado tres testigos en su contra para finalmente ser condenado a vivir en otro cuerpo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: No era conveniente cometer todas aquellas transgresiones a la ley que se dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta testigos y que muestren en qué cuerpo cometía transgresión. ¿Quieres traer un libro y leer en él? Y acudieron tres testigos . El primero tomó la palabra y dijo: ¿Acaso no estuve yo en el cuerpo en la segunda hora?...Me levanté contra ti hasta que te sumiste en ira, enojo y en envidia. El segundo habló y dijo: ¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinte y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que rematarás tus pecados. Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo y accedió a un cuerpo que había sido preparado para ella. (20, 13-21, 20). Así se aprecia que La vida corporal, o “en el cuerpo” se entiende como un castigo; el enojo, la envidia, la furia y el deseo se entienden como faltas relacionadas con el cuerpo y que ocasionan pecados ; es muy importante conocer quién es uno, de dónde ha procedido y a dónde se dirige, puesto que este conocimiento es el único que me conduce a donde realmente pertenecemos; también es importante el conocimiento de ciertos signos o contraseñas que les permitirán liberarse del demiurgo al momento de la muerte, quizás refiriéndose a un sacramento ; es importante el sentido de camadería entre las almas que comparten el mismo conocimiento y destino.

En el quinto cielo habita un gran ángel con una gran barra de hierro quien junto a otros ángeles conducen otras almas y las llevan a juicio; en el sexto cielo hay un guardia que protege la entrada del séptimo cielo donde en un trono dorado se sienta un hombre anciano luminoso y de vestidos blancos, el demiurgo; este es ignorante, cree conocer al hombre, pero ignora de dónde ha venido; cree que es más fuerte que el hombre y que lo puede retener, pero no es cierto; más allá del séptimo cielo y hasta el noveno se menciona cómo el alma se va encontrando con otras similares a ella, comenzando por los apóstoles, en un ambiente amistoso de camadería; Dios está más allá del dominio del demiurgo creador del mundo material; a Dios no se le describe: El anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas Pablo, el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre? Ahora bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano: Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me respondió: ¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo: ¿De qué manera podrás apartarte de mi? Mira y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano, y te abrirá. Entonces yo le di la señal. El volvió el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades. Entonces se abrió el séptimo cielo y ascendimos a las Ogdóada. Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo. Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros” (23,1-24,5).

Pablo vuelve al lugar y a la condición previa a la vida en este mundo material. En eso consiste la salvación. El hombre es capaz de ascender en la medida que conoce quién es, de dónde viene, a dónde se dirige; que conoce las causas de la ira, la envidia,los deseos y se libera de ello; visión estrictamente dualista, donde el cuerpo y el mundo se presentan como ignorantes, y el mundo espiritual y el alma como la verdadera identidad humana.

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